Ansiedad

La ansiedad es una función universal, que se presenta de forma automática en la presencia de ciertos estímulos internos (como son algunos pensamientos o imágenes) o estímulos externos (como encontrarnos en determinadas circunstancias, con ciertas personas, animales, objetos, etc.), que pueden representar un peligro para nosotros. La ansiedad constituye una alarma, que nos permite activar nuestro organismo y movilizarnos de forma más eficiente ante estas situaciones. Por este motivo consideramos que es una función adaptativa. La ansiedad es funcional, ya que nos prepara activando nuestro organismo para responder huyendo o afrontando los riesgos de forma más eficaz. Algunos de los síntomas de la ansiedad son un aumento de la tensión muscular y de la vigilancia. Y también son característicos algunos síntomas autonómicos como el incremento de la sudoración, el aumento de la frecuencia cardíaca, sensación de ahogo, palpitaciones, opresión torácica o molestias abdominales.

La ansiedad como respuesta adaptativa se puede ejemplificar cuando una persona, al atravesar una carretera, observa como un coche se aproxima con exceso de velocidad. En esta situación, la ansiedad se manifestaría incrementando la frecuencia cardíaca y respiratoria, para aumentar el riego sanguíneo y la oxigenación de los músculos. Estos cambios mejorarían la eficacia de la respuesta del organismo para evitar el atropello.

A pesar de que el ansiedad es positiva, si la respuesta de ansiedad se produce de forma excesiva, con demasiada frecuencia, se activa en respuesta a estímulos que no constituyen un peligro objetivo, interfiere en las actividades de la persona o le produce malestar, nos referimos a ansiedad patológica, que puede constituir un trastorno de ansiedad. Entre los trastornos de ansiedad más comunes cabe mencionar la agorafobia, la ansiedad generalizada, el trastorno de pánico, las fobias específicas o la ansiedad por separación, entre otros.